En octubre de este año, México albergó por primera vez a la Hannover Messe, la feria de transformación digital más avanzada del mundo, en la cual de hecho se acuñó la expresión “Industria 4.0”.
En efecto, la economía 4.0 no es una idea, sino una realidad en marcha, en la que confluyen institutos de investigación, formadores de talento, equipos de innovación, productores, gobiernos, promotores y redes de trabajo formadas por todo tipo de personas y organizaciones.
Producción aditiva, automatización, inteligencia artificial, internet de las cosas, big data, analítica, realidad virtual, realidad aumentada, cadenas de bloque… todo ello se encuentra al alcance de las compañías de cualquier lugar del mundo con sólo decidirse a ello.
La industria 4.0 ya está aquí y, en la medida en que nuestra empresas no estén inmersas en las tendencias y fuerzas que la impulsan, nos estaremos quedando detrás y sin oportunidad de competir y sobrevivir.
Hace poco una persona me compartía la experiencia de una empresa con varias décadas de ofrecer servicios de supervisión para obra pública. Empezaron a notar que su mercado cambiaba hacía tiempo y que las solicitudes de proyectos disminuían. Ellos consideraron que era un problema de mala gestión comercial y procuraron resolverlo haciendo énfasis en sus mecanismos habituales. Al poco tiempo un cambio legislativo permitió la participación de drones más pequeños en las grandes obras de infraestructura, la empresa sobrevivió 3 meses más antes de cerrar.
Esto es sólo un caso para ilustrar la brevedad del tiempo que tenemos para descubrir y aprovechar las oportunidades.
La ocasión de ponernos a la vanguardia significa posicionarnos con un nivel competitivo mundial, mejorando nuestros procesos y nuestras cadenas productivas, reconfigurando nuestros esquemas de costos y ofreciendo precios radicalmente más atractivos. Significa potenciar a nuestro talento nacional y revolucionar el modo en que empresarios y colaboradores conciben el trabajo y el valor de lo que ofrecemos al mundo con él.
Los competidores internacionales ya están actuando y no van a esperar a que reaccionemos. Por eso, ha sido un gusto descubrir la inteligencia del gobierno y la industria de Guanajuato de negociar con sus contrapartes alemanas la posibilidad de traer a México este gran evento, que hoy sabemos ya promovió una inversión por 850 millones de dólares, además de las incontables ideas, propósitos y visiones que habrá despertado entre los miles de visitantes que asistimos a ella.
Esta no es la primera revolución industrial que vivimos como país y como humanidad. Ya en las ocasiones anteriores México perdió el tren del desarrollo sumergido en conflictos internos, esta vez no puede volver a repetirse. Tenemos un asunto cultural e histórico que superar, para valorar y aprovechar nuestra situación geográfica y económica, nuestro rico pasado, nuestro entusiasta presente y nuestro vibrante futuro de la mano con la Industria 4.0.
Es una oportunidad única que sabremos aprovechar sin duda, sobre todo porque ha caído en el ámbito de un estado cuya continuidad, planeación y visión han sido congruentes por ya muchos años, más allá de los cambios de gobierno y de las épocas más o menos propicias.
Colaboración de Fernando Muñoz Dominguez |